Nuestro trabajo pretende ser una confrontación entre el pensamiento Freudiano y la experiencia religiosa. Aplicaremos al tema de lo religioso aquello más valido que en texto Freudiano, imagen de Dios, culpa, pecado, salvación, sexo, poder y finalmente la oración.
Nuestro trabajo consta de varias partes:
1) Breve síntesis biográfica de Sigmund Freud.
2) Breve desarrollo de la estructura del Aparato Psíquico según Freud.
3) Estudio de lo religioso según Freud en su obra "Tótem y tabú".
4) Reflexión sobre la oración a partir del pensamiento de Freud.
5) Conclusión y crítica.
2. Sigmund Freud (1856-1939).
Antes de pasar a desarrollar la estructura del Aparato Psíquico según Freud, haremos una breve síntesis de su biografía ya que lo consideramos importante para el desarrollo de nuestro tema.
Sigmund Freud (1856-1939), nace en Freiberg de Moravia (actualmente República Checa), pequeña ciudad católica, donde sólo había un dos por ciento de judíos y protestantes.
Su padre Jakob Freud, de temperamento patriarcal y educado en el judaísmo ortodoxo; su madre Amalie Freud, adoctrina a su hijo en la fe judía. Muerto ya su padre, cuando Sigmund contaba con cuarenta años, constata en su autoanálisis el clímax de una neurosis: una inconsciente rivalidad y repulsa contra su padre, que había sido para él la encarnación de la autoridad, la prohibición y la coacción, a la par que una pasión por su juvenil madre; en una palabra lo que él definió Complejo de Edipo.
Hacia la mitad del Siglo XIX el materialismo dominaba el campo de las ciencias, y cuando Freud estudiaba medicina, esta mentalidad empirista lo llevó a vincular su profesión con la explicación materialista de los fenómenos humanos. De la fisiología pasará a estudiar psicología. Estudiaba con Charcot (París) la histeria y emplea el método de la hipnosis. Mas tarde comienza a interpretar la histeria no como un fenómeno neurológico sino como un fenómeno psíquico, lo que encuentra confirmado por la técnica de la "interpretación de los sueños". Así descubre que, tras los fenómenos neuróticos, se ocultan perturbaciones sexuales (presentes o pasadas). Centró su estudio en el método terapéutico o "Psicoanálisis", que lo condujo a elaborar una concepción de hombre y la religión.
Para comprender el aporte de Freud es indispensable conocer la visión del hombre o "Metapsicología", que orienta toda la terapia psicoanalítica y descubre el papel de la religión.
3. Estructura del aparato psíquico.
Freud emplea el término "tópicas" (del griego topos = lugar),en sentido metafórico, para indicar que no se puede comprender el psiquismo humano sin un modelo espacial que nos represente distintas regiones ( o sistemas dispocisionales ) con su modo propio de funcionamiento y sus mutuas relaciones : ésta división y ordenamiento se lo había impuesto su experiencia clínica.
Freud elabora su "primera tópica" en los últimos años del siglo XIX, la cual revisará nuevamente en 1920 ( después de la cual no queda anulada la primera, sino que sería sustituida por la segunda corregida), Freud llamó "Sistemas", en su primera elaboración, a los procesos psíquicos; en su elaboración revisada; prefiere llamarles "Cualidades".
Dentro de la primera tópica encontramos : el inconsciente, el preconsciente, y el consciente.
El inconsciente : Es la zona realmente descubierta y en parte explorada por Freud, la cual el explica de la siguiente manera : "Denominaremos inconsciente a aquellas representaciones latentes de las que tenemos algún fundamento para sospechar que se hallan contenidas en la vida anímica...", más adelante Freud profundiza afirmando : "Una representación inconsciente será entonces una representación que no percibimos, pero cuya existencia estamos, sin embargo, prontos a afirmar, basándonos en indicios y pruebas.". Partiendo del hecho clínico de la resistencia que mostraban sus pacientes al concientizar ciertos contenidos representativos de los que no tenían la menor idea, Freud explica : "Nuestra cotidiana experiencia personal nos muestra ocurrencias cuyo origen desconocemos y resultados de procesos mentales cuya elaboración ignoramos. Todos éstos actos conscientes resultarán faltos de sentido y coherencia si mantenemos la teoría de que la totalidad de nuestros actos psíquicos ha de sernos dada a conocer por nuestra consciencia y, en cambio, quedarán ordenados dentro de un conjunto coherente e inteligible si interpolamos entre ellos los actos inconscientes deducidos.". Freud va captando progresivamente las característica extrañas que presentan los contenidos de ese oculto sistema, especie de escenario fantasmal ("la otra escena", en contraposición al campo de la consciencia) donde los representantes ideáticos de las Pulsiones instintivas, a las que se les prohibió una normal expresión consciente, han sido condenados a vivir su muerte oficial en ese antro oscuro. Freud lo explica de la siguiente manera : "El psicoanálisis nos ha revelado que la escencia del proceso de la represión no consiste en suprimir y destruir una idea que representa a la pulsión sino en impedirle hacerse consciente. Decimos entonces que dicha idea es inconsciente y tenemos pruebas de que, aún siéndolo, puede producir determinados efectos, incluyendo algunos que acaban por llegar a la conciencia. Todo lo reprimido tiene que permanecer inconsciente; pero queremos dejar sentado desde un principio que no forma por sí solo todo el contenido de lo inconsciente. Lo reprimido es, por tanto, una parte de lo inconsciente."
Lo más inaudito es que el verdugo y la víctima son el propio sujeto: la parte consciente del YO no se ha enterado de lo que ha llevado a cabo su parte represora, borrando de su diario autobiográfico líneas o páginas enteras de su verdad más íntima.
Por lo tanto las características más importantes del inconsciente serían:
* Sus contenidos están constituidos por representaciones de las pulsiones instintivas, en forma de fantasías, ideas, deseos.
* No existen allí coordenadas espacio tiempo que rigen la lógica de las representaciones de loas representaciones de la realidad, en el ámbito consciente, ni sigue su lógica normal, sino más bien las del deseo pulsional; no hay allí, en definitiva, ni negación ni principio de contradicción, ni matizaciones dubitativas.
* Estos contenidos están cargados de energía instintiva, dotada de gran movilidad: por una parte, se producen desplazamientos (de esta forma su carga energética pasa de una representación a otra), y condensaciones de muchas en una sola; y, por otra parte, se empeñan en retornar a la conciencia, tropezando entonces con la barrera de la censura defensiva, no pudiendo acceder a los sistemas preconscientes y conscientes sino "disfrazados" (en forma de compromiso o transacción) entre dos impulsos optativos inconciliables.
* El inconsciente parecería como estratificado (en distintas capas más o menos profundas), estando entre las más profundas los contenidos reprimidos en la infancia, en torno a un núcleo último (especie de esquema pre-individuales, productores de protofantasías que informarían las vivencias sexuales infantiles).
Freud expone, en síntesis, lo siguiente: "Resumiendo, diremos que los caracteres que esperamos encontrar en los procesos pertenecientes al sistema INCONSCIENTE, son la falta de contradicción, el proceso primario (movilidad de las cargas), la independencia del tiempo y la sustitución de la realidad interior por la Psíquica."
El preconsciente: es el sistema situado entre el inconsciente y el consciente, separándole de aquél, la censura.
A pesar de que sus contenidos no están dotados de conciencia, se diferencian de los estrictamente inconscientes por una serie de características, a saber:
* No tienen prohibido el paso a la consciencia, en cuanto que no han sido rechazados o expulsados de ella por la represión, ni existe una censura de carácter inconsciente.
* Se rigen por el proceso secundario, lo mismo que ocurre respecto a los del sistema consciente, y sus representaciones están ligadas a las palabras, es decir, el lenguaje verbal.
* El normal almacenaje de información en la memoria se haría en el preconsciente, mientras que las huellas de ciertas experiencias vivenciales que han sido objeto represión se inscribirían en el sistema inconsciente.
El consciente: dice Freud: "No es necesario caracterizar lo que denominamos consciente, pues coincide con la conciencia de los filósofos y del habla cotidiana."
En la segunda tópica, la definitiva, Freud presenta un carácter más antropomórfico del "aparato psíquico"; se trata de tres instancias de la personalidad, que se relacionan entre sí, casi como si fueran, tres sujetos en uno. Éstas tres instancias son las que él denomina: el ELLO, el YO, y el SUPERYO.
El ello: Sería la primera expresión psíquica todavía impersonal de lo instintivo, habiéndose por un extremo a los propios procesos somáticos y estando en secreta complicidad, por el otro extremo, con aspectos del YO y del SUPERYO. Sin embargo, ante la conciencia del sujeto sus contenidos aparecen extraños, desconcertantes, a veces: un impulso una ocurrencia, una fantasía, un miedo angustioso, un deseo o "ganas de". Como si procediesen de un mundo oscuro, caótico y contradictorio, y ante los cuales el sujeto puede sentir horror, fascinación o ambas cosas a un tiempo. Según Freud, el ELLO- a pesar de ser todo inconsciente-- solo una parte del mismo contiene elementos reprimidos, teniendo los demás carácter hereditario e innato. Todos ellos regidos por el principio de el placer.
EL YO: Es la instancia central y mediadora dentro de el aparato psíquico, abierta a la realidad de el mundo exterior, ante el cual representa a todo el sujeto, de algún modo, pues debe dar cuenta racional de su conducta. Además de su conciencia y de aspectos preconscientes, tiene una parte defensiva inconsciente, presenta determinados aspectos de su funcionamiento: conocimiento objetivo- deformación de la verdad, razonamiento-- racionalización o satisfacción pulsional- defensa compulsiva contra los impulsos inconscientes.
En el origen del YO, Freud adopta dos puntos de vista: el primero - más fisiologista naturalista, explica su emergencia de forma evolutiva como una parte diferenciada del ello por su contacto con la realidad exterior estimulante ( una especie de piel o superficie con órganos perceptivos y protectores de el aparato psíquico, en su necesidad de adaptación al entorno, organizándose así como mediadora entre este y el ello. El segundo más psicológico y estructural, ve la psicogénesis del YO como un largo proceso que, partiendo de la imagen corporal y de el cuerpo vivido, en un campo de relaciones interpersonales, se va organizando mediante sucesivas identificaciones, introyecciones, y diversos procesos de simbolización integradora.
El superyó: Se trata de la instancia critica del pensamiento. Es la expresión de las prohibiciones, leyes y normas parentales y de la sociedad, en general: ejerce así su dominio "sobre" el YO, "castigándolo" con el sentimiento de culpabilidad y desaprobación cuando intenta transgredir dichas normas, ahora interiorizadas, como resultado del Complejo de Edipo.
El factor principal de su origen parece ser la identificación parental, sobre todo con la figura del padre, no sólo en cuanto al individuo particular, sino como representante o símbolo cultural: esto produciría en el YO naciente en una ulterior "diferenciación" ( "división") que se organizaría como instancia propia, con dos aspectos: como instancia crítica y prohibidora, por un lado; y como Ideal del YO (modelo a imitar, por el otro. Por sus conexiones con el ELLO, recogería también el SUPERYÓ, sobre todo en cuanto ideal de YO ( " lo que la biología y los destino de la especie humana han creado y dejado en el ELLO"), presentando así una relación con las adquisiciones filogenética del individuo ( su herencia ).
Con esta instancia "superyoica", Freud intenta explicar psicoanalítica el origen de la conciencia moral y de los elevados valores de el hombre ético- religioso:" Aquello que en la vida psíquica individual a pertenecido a lo más bajo es convertido por la formación de el ideal en lo más elevado de el alma humana, conforme siempre a nuestra escala de valores ...
No es difícil penetrar que el ideal del yo satisface todas aquellas exigencias que se plantean en la aspiración hacia el padre, el nódulo del que han partido todas las religiones. La convicción de la propia insuficiencia, resultante de la comparación de el yo con su ideal, da origen a la religiosa humildad de los creyentes " .
En síntesis, estableciendo una relación entre la primera tópica y la segunda, diríamos que: el ELLO es lo totalmente inconsciente; el YO tiene partes inconscientes, preconscientes y conscientes; y el SUPERYO parte preconscientes e inconscientes.
4. Tótem Y Tabú
En verdad, la aportación de Freud a la historia del pensamiento ha sido verdaderamente gigantesca. Sin embargo, en lo referente a la crítica religiosa, debemos decir que se precipitó con frecuencia. Manejó de forma caprichosa una disciplina que no dominaba y presentó como leyes generales lo que no pasaban de ser intuiciones personales. Las bases etnológicas de su obra clave tótem y tabú, con las que pretendió demostrar la existencia de un complejo de Edipo en los albores de la humanidad; recordemos : todo aquello del señor y amo despótico de la horda primitiva que poseía a todas las mujeres y que fue asesinado por sus propios hijos que acabaron después venerándolo como a un Dios.
Mas arbitraria todavía resulta su "novela" (no sabríamos como podría calificarse de otra manera) Moisés y el monoteísmo, con la que pretendió aplicar Tótem y tabú a la religión judeo-cristiana. Las afirmaciones de un Moisés egipcio de Atón (lo que obliga, por cierto, a retrasar un siglo la cronología) su posterior asesinato, etc., son pura fantasía. Algo parecido podríamos decir de El porvenir de una ilusión, que vamos a comentar en seguida. Como dice Andrés Tornos, las tres obras mas importantes de Freud sobre la religión "constituye un caso de la que el mismo llamaba 'psicoanálisis salvaje'. No se a escuchado a la otra parte, no se ha dialogado con ella, no se han considera mucho más datos que los de antemano se buscaban".
Y sin embargo, no caeremos en el recurso fácil de desautorizar en bloque la crítica que Freud hace a la religión, con el pretexto de la falta de rigor de los datos históricos que le han servido de premisas. Debemos considerar con atención a las observaciones psicoanalíticas que contiene, pasando en cambio por alto sus "fundamentos" pseudo históricos. Algo parecido si se nos permite la comparación a lo que hace la teología actual con la doctrina del pecado original: descubrir la verdad antropológica que aparece escondida tras la narración de una caída (Gen 3) que en sí misma, no fue histórica.
Vallamos, pues, a analizar lo que Freud elaboró sobre la religión. Freud considera que la religión muestra todas las características de ese fenómeno psicológico que se conoce como ilusión. Y aclara que "una ilusión no es lo mismo que un error, ni es necesariamente un error. Una de las características más genuinas de la ilusión es la de tener su punto de partida en deseos humanos, de los cuales se deriva".
Reconoce igualmente que las ilusiones pueden ser "saludables", es decir, pueden contribuir al bienestar del hombre evitando el displacer y proporcionando satisfacción. Sin embargo el precio que pagamos por las ilusiones es doble: mientras creemos en ellas, la insinceridad; cuando la creencia se derrumba, la decepción.
Conviene advertir que la religión no es, ni mucho menos, la única realidad humana que Freud califica con el infamante nombre de "ilusión ". Ante la mirada de este incorregible "maestro de la sospecha" van cayendo sucesivamente como "ilusiones" la noción de progreso, el fundamento de las instituciones políticas, las relaciones entre los sexos y la confianza en la ciencia, así como la utopías marxistas o anarquistas. Pero en este momento nos interesa fijarnos únicamente en la religión.
"A los dioses -dice nuestro autor- se atribuye una triple función: espantar los terrores de la naturaleza, conciliar al hombre con la crueldad del destino, especialmente tal como se manifiesta en la muerte, y compensarlo de los dolores y de las privaciones que la vida civilizada en común le impone". "Se crea así un acervo de representaciones, nacido de la necesidad de hacer tolerable la indefensión humana y formado con el material extraído del recuerdo de la indefensión de nuestra propia infancia individual y de la infancia de la humanidad".
El problema del teísmo religioso es que, habiendo desempeñado en otro tiempo un papel importante necesario de hecho, en el desarrollo humano, y habiendo sido útil al hombre para afrontar las incertidumbres y perplejidades absolutamente reales, se ha perpetuado más allá de su necesidad y utilidad. En opinión de Freud, el hombre actual puede inventar medios más adecuados que la religión para abordar los mismos problemas. Es más, la perpetuación de la ilusión religiosa, más que superflua, puede resultar nociva si retarda el desarrollo de el hombre: "conforme a esta teoría, hemos de suponer que el abandono de la religión se cumplirá con toda la inexorable fatalidad de un proceso de crecimiento, y que en la actualidad nos encontramos ya dentro de esta fase de la evolución".
El hombre que rehace la idea de Dios "se hallará como el niño que ha abandonado el hogar paterno, en cual se sentía seguro y dichoso. Pero ¿no es también cierto que el infantilismo ha de ser vencido y superado? El hombre no puede permanecer eternamente niño; tiene que salir algún día a la vida, a la dura 'vida enemiga' . ¿Habré de decir todavía que el único propósito del presente trabajo es señalar la necesidad de tal progreso?".
De esta forma Freud pretende explicar, psicoanalíticamente, la religión (recurre a la psicología infantil). Entonces: la conciencia religiosa proviene de un colectivo complejo de Edipo; fundado en el deseo de todo niño, de asesinar a su padre y casarse con su madre. Una vez cometido el crimen la culpa impulsa a castigarse, este castigo lo priva del beneficio del crimen.
En síntesis: la religión de la humanidad presenta la misma evolución de la sexualidad infantil, para Freud lo religioso tiene un nexo común con el complejo de Edipo y por lo tanto con el desarrollo sexual.
Esta explicación continúa mostrando el origen del sentimiento religioso de culpa: la prohibición de matar el animal-tótem, sustituto del padre, en cierto sentido es levantada con el banquete sacrificial, donde el religioso al comer el animal, se identifica con el padre-Dios pues come de su carne. Esta obsesión (culpa) es la raíz de la religiosidad.
La fuerza de la creencia religiosa, radica en que las ideas religiosas son "ilusiones". Mas si bien la religión es ilusión, no es mentira, o sea no es algo contrario a la realidad psicológica, y va motivada por la necesidad del deseo. La religión es proyección del deseo infantil nacido del complejo de Edipo, que de personal se hace universal. La religión logra lo que la cultura, a pesar de sus avances, no ha podido realizar: subsanar el profundo sentimiento de impotencia frente a la falta de dominio de la naturaleza.
5. Religión y neurosis
La religión surge en el texto freudiano desde los primeros momentos asociado a los estudios de la neurosis histérica. En ella, la disociación de la conciencia (fenómeno fundamental que abrió las puertas del psicoanálisis) dejaba ver el proceso que Freud denominaba perversión de la voluntad. Es decir, un querer inconsciente que desde lo reprimido se impone al querer y a la voluntad conscientes del sujeto. En esta lucha de voluntades la experiencia religiosa surge ante los ojos de Freud como un elemento que claramente juega a favor del querer consciente y represor. La religiosidad se presenta entonces como un oponente importante al mundo de los deseos y pulsiones del individuo y, en consecuencia, como un factor que con cierta frecuencia juega de modo decisivo en la causación de la neurosis.
Tras las primeras investigaciones en el campo de la neurosis histéricas, las neurosis obsesivas se ofrecieron a Freud como otro campo fundamental para la investigación del mundo inconsciente. Es en este segundo tipo de neurosis donde Freud encontrará la clave interpretativa fundamental para todo su posterior análisis del hecho religioso. A diferencia de la neurosis histérica, la neurosis obsesiva se presenta ante sus ojos con un tipo de lenguaje enormemente parecido al lenguaje de los fenómenos culturales.
En el ensayo Los actos obsesivos y las practicas religiosas (1907), primer texto importante dedicado al tema de la religión, Freud resalta la analogía, no meramente superficial, existente entre los ceremoniales obsesivos y religiosos. Ambos parecen motivados por unos intensos sentimientos de culpa, originados a su vez en deseos reprimidos en el inconsciente, de los que uno y otro (el neurótico y el hombre religioso) se defienden mediante el ceremonial.
En la practica de la religión encuentra Freud también la misma transacción entre la prohibición y el deseo, entre la tendencia represora y la reprimida; pues, como nos indica muchas veces en nombre de la religión y a favor de la misma se realizan justamente todos aquellos actos que la religión oficialmente prohibe.
Sobre el sentido de ésta doble y ambivalente tendencia actuante en la experiencia religiosa quedan todavía muchas cosas por determinar. Pero a partir de lo entrevisto hasta ese momento, Freud se atreve a señalar con una fórmula que adquirirá celebridad que, desde una perspectiva psicoanalítica, la neurosis obsesiva debe ser considerada como una religión individual y la religión como una neurosis obsesiva universal.
Hasta aquí llega, pues, la analogía entre religión y neurosis establecidas en los escritos de esta primera época. La diferencia que en ellos se establece (y que mas tarde desaparecerá) estriba en el hecho de que el neurótico obsesivo ha llevado a cabo una represión de contenidos sexuales, mientras que tras la conducta religiosa cree adivinar más bien la represión de contenidos antisociales y egoístas. El esquema de la primera teoría sobre las pulsiones, en las que al grupo de las tendencias sexuales se enfrentaban las pulsiones del yo, se trasluce en esta diferenciación que Freud lleva a cabo entre la represión del obsesivo y la del hombre religioso. El primero teme a la sexualidad y, desde este temor, crea su neurosis; el segundo teme sus impulsos egoístas y antisociales y, desde ese temor crea su religiosidad. Dicha diferencia caerá por tierra cuando, a partir de 1914, en un nuevo esquema sobre la vida pulsional, los impulsos del yo queden también libidinizados; y cuando, tras la analogía entre conducta obsesiva y religiosa, se establezca no ya una simple analogía, sino más bien una identidad del conflicto originante.
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